Winds of Freedom | Hiccup Had...

By newtmas-

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[ LIBRO DOS ] WOF | ❝COMO LAS ESTRELLAS PERSIGUEN AL SOL, ELLA FORJÓ SU CAMINO HACIA LA LIBERTAD❞ Hubo un ini... More

𝐖𝐈𝐍𝐃𝐒 𝐎𝐅 𝐅𝐑𝐄𝐄𝐃𝐎𝐌
𝐏𝐄𝐑𝐒𝐎𝍟𝐀𝐉𝐄𝐒
Volume I | Wintersong
━━0: how to be a wise queen
━━I: stars and tears
━━II: a map and your eyes
━━III: twilight and moon
━━IV: about shadows and truth
━━V: a lighting and a rainstorm
━━VI: queen and chief of spies
━━VII: this is my queendom
━━VIII: the wintersong
━━IX: problems and hope
━━X: a kingdom without hope
━━XI: blood and a wolf
━━XII: with you until the end
━━XIII: a man without honor
━━XIV: whatever it takes
━━XV: wildfire
━━XVI: himmelfart
━━XVII: beginning of a brave new world
━━XVIII: whispered souls
IMPORTANTE: Para ti, lector.
━━XIX: blood will prevail
━━XX: lívstræðrir
Volume II | Dragon's Lullaby
━━XXI: thread of fate
━━XXII: tales of old
━━XXIII: remember not to forget
━━XXIV: yearning hearts
━━XXV: the last raid
━━XXVI: this is berk!

━━XXVII: long live

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By newtmas-

(DESBLOQUEA EL PRÓXIMO CAPÍTULO CON +70 VOTOS Y COMENTARIOS)

━━CAPÍTULO VEINTISIETE━━

【 LARGA VIDA 】

—¿Dirías qué los dragones viven con nosotros o nosotros vivimos con los dragones? —interrogó Said, mientras se adentraban a la calidez del Gran Salón. El kainiano les había ido a esperar a la cabaña para salir juntos. Toda una familia tradicional, según dijo, pero Sigrid se limitó a ignorarlo. ¿Cuándo comprenderían que Eivør solo estaba a su cuidado? No era como si fueran sus padres—. Cinco viven conmigo y Vhagar ya no los soporta. Siento que sí paso un minuto más con ellos me saldrán alas, lo cual sería increíble, pero no apropiado.

—¿No apropiado? —preguntó Sigrid con una risa corta, bajó a Eivør de sus brazos cuando la pelirroja comenzó a zarandearse para ir detrás de los Terrible Terror y exhaló un suspiro—. ¿Entonces no tendrías alas por qué no es apropiado?

—Claro, no vaya a ser que cuando muera vaya al infierno por poder volar —expresó con horror. Sigrid emitió un bufido y compartió miradas con Hipo, quien se veía tan extrañado como ella—. ¿Pero me imaginarías con alas? ¿Qué diría Astrid de ello?

«Que eres estúpido» pensó, pero no lo dijo. En su lugar, cambió un poco la oración.

—Muy posible, que eres ridículo —manifestó. Desvió la mirada cuando el andar de Bocón se hizo presente y apresuró su paso, no quería involucrarse en el sermón que el herrero tendría preparado. Alzó los hombros cuando Hipo habló sin emitir sonido para pedir su ayuda y lo ignoró, volviendo su atención al kainiano—. Las alas solo aumentarían esa vanidad hacia tu persona, ni Dios quisiera que tuvieras ese complemento.

—¿Qué tal de los Dioses de aquí?

—Lo dudo mucho.

—Pero existen Dioses vanidosos —prosiguió—. He escuchado de algunos.

—No puedo creer que admitas ser vanidoso —ironizó la ojigris, tropezó con una cría de Nadder que se atravesó de su camino y antes de caer al suelo, el kainiano la tomó del antebrazo—. Me has salvado de una pena pública.

—Merezco algo más que un agradecimiento —repuso sin cuidado, la soltó y alzó una ceja—. Un aumento, una mejor casa, un mejor puesto... ¿Qué te parece?

—Que eres bien exagerado.

—¡Sigrid!

—El punto es que no puedes seguir trayendo dragones la isla.

La voz de Bocón resonó por encima de las otras, Said que estaba a punto de replicar, apresuró la marcha hasta situarse por delante de Sigrid cuando un par de Terror Terrible volaron a escasos centímetros de sus cabezas. Viendo el panorama completo, lo cierto era que Bocón no estaba tan alejado de la realidad. Las mesas estaban ocupadas por dragones y vikingos que peleaban por comida. No solamente en las mesas, los pasillos, en el techo volando había otros plácidamente. A Sigrid no le desagradaba ese hecho, pero cuando sobre pensaba las palabras de Bocón no podía evitar el sentirse nerviosa.

Hipo, al contrario, estaba relajado. Escuchando a Bocón, esbozó una sonrisa tranquilizadora.

—Te estás buscando problemas —advirtió el herrero, pero Hipo no le dio importancia. Colocó una mano sobre el estómago del herrero cuando un dragón atravesó el pasillo corriendo para detenerlo—. Esos atrapadores cada día se acercan más —prosiguió, inclinándose para alzar el cuello de un Cremallerus que estorbaba en su camino.

No queriendo ser participe a una conversación sin rumbo, Sigrid apresuró su marcha y los dejó por detrás. Cuántas veces no ocurría la misma plática y cuántas veces Hipo respondía de la misma forma. Said se metió en su camino cuando se acercó para servirse un poco de sopa y le ofreció un plato con una sonrisa sospechosa.

—Estás actuando extraño —apuntó Sigrid cuando arribaron a la mesa.

—Te lo diré más tarde —contestó el castaño para evadir el tema, rodeó la mesa y se sentó a un lado de Brutilda.

A un extremo completo de Astrid.

Sigrid les miró a ambos, su amiga degustaba su sopa con tranquilidad en la esquina de la mesa; al ver que había espacio suficiente se sentó a su lado y echó un vistazo por detrás para localizar a Eivor. No fue difícil encontrarla, el vestido limpio que le había colocado estaba salpicado de sopa y corría detrás de Hipo, sujeta a una de sus piernas.

—¿Por qué vienes sola? —interrogó la ojiazul cuando la vio llegar. Echó un vistazo más allá de su asiento y frunció una ceja—. ¿Dónde está Eivør?

—No tarda en llegar —señaló por detrás.

Tal como lo predicho, la voz del herrero fue la primera en indicar su aparición. Tan repentina, que Sigrid no tuvo tiempo de hacerse para un lado. Fue impulsada casi a la orilla de la mesa junto con Astrid, cuando el vikingo tomó asiento por su lado.

—¡Hay otros lugares! —protestó con un jadeo, reacomodándose en su asiento.

—¡Se supone que era la generación que nos lideraría hacia el futuro! —expresó Bocón, ignorando su comentario.

—Sí, claro... —murmuró la kainiana para sí misma.

En la mesa, Brutacio forcejeaba contra Eructo. El dragón había tomado su plato con su hocico y se rehusaba en soltarlo. Al cabo de unos segundos forcejeando, consiguió liberar el plato y por la fuerza, la comida fue a parar hacia Patán; este habría acabado en su cara, de no ser porque lo esquivó a tiempo con una sonrisa satisfactoria.

—¡Ajá! ¡Guerra de comida!

—¡No, no otra vez! —protestó Sigrid con horror. Fue demasiado tarde, entre Brutacio y Patán comenzaron a lanzar comida y Eivør se subió por encima de Hipo hasta escalar la mesa. No, no, no, estaba claro que ambos berkianos eran una mala influencia para la pequeña que siempre imitaban lo que hacían—. ¡Hipo! —Pero Hipo estaba demasiado enfrascado en su comida, dio un sorbo a su caldo antes de echar un vistazo a Eivør y sentarla sobre su regazo. Incluso así, la pelirroja se las apañó para alcanzar un pedazo de carne y lanzarla al aire—. Dios, átenme y arrójenme al mar.

—Cálmate, tú decidiste que querías esta vida —dijo Astrid con una sonrisa por su reacción dramática.

—Me conformo con que tú seas la menos anormal —respondió.

Vio a Brutilda subirse a la mesa y recostarse de lado, con su tarro de hidromiel en mano. Estaba tan enfrascada en sí misma y su bebida que no se había unido a la guerra de comida. Lo cual le pareció extraño a Sigrid, generalmente Brutilda era la primera en iniciarlas.

Hasta que una pieza de pollo cayó sobre su casco. Ups. Quizás no debió sacar conclusiones precipitadas; con indignación, la rubia se giró hacia su gemelo para devolverle el gesto y la pelea de comida se avivó. Un poco de puré salió volando e impactó de llano en el rostro de Bocón, quien solo así guardó silencio por un momento.

—¡Ugh! —Bocón se retiró el puré con sus manos y observó frustrado la situación. Sigrid no podía deducir sí era debido a la plática con Hipo o lo que ocurría a su alrededor—Dioses, ayúdenos —imploró. Negando para sí, estiró el brazo que tenía la prótesis de una cuchara hacia Sigrid—. Ya no hay que preocuparnos por los problemas de allá afuera... —La kainiana apenas pudo pasar el contenido de su boca antes de ser impulsada hacia el cuerpo robusto de Bocón, trató de zafarse de su agarre inútilmente cuando el vikingo repitió la acción hacia Hipo—. Mejor enfrentemos los que tenemos justo aquí.

Sigrid trató de tirar del brazo de Bocón sin éxito alguno, era demasiado fuerte y ella apenas podía respirar. Se le revolvió el estómago al instante.

—¡Está bien! ¡Está bien! —exclamó Hipo con la voz apagada—. Lo voy a pensar.

No muy complacido con la respuesta, Bocón aflojó un poco el agarre hacia Sigrid.

—Olvídense de las aventuras y tengan hijos de una vez.

La guerra de comida que hasta ese momento se mantenía con fervor y constancia, se detuvo. Brutilda, con una pieza en sus manos, detuvo el lanzamiento y abrió la boca impresionada por lo que escuchó. Todo el Gran Salón se sumió en un silencio inquietante que a Sigrid no le sentó para nada bien.

—La palabra con "H" —gesticuló Brutacio, horrorizado y sorprendido como su hermana.

—¡O una boda real apropiada! —interrumpió Bocón, repentinamente emocionado.

—Qué asco, sí no es conmigo —dijo Brutilda y retomó la pelea de comida al lanzarle lo que traía en mano a su gemelo.

Sigrid dejó de forcejear contra el brazo de Bocón. Sus palabras calaron como un balde de agua helada. Astrid a su lado soltó un suspiro.

—Empiecen a gobernar como una familia real —continuó Bocón y Sigrid sintió el aire tornarse pesado cuando el herrero la volvió a jalar hacia él, para hablarle específicamente a ella—. Dale un hijo, por favor. Eres la única con algo de cordura en Berk. Siendo tú la de los pantalones, aún hay esperanza.

Un hijo. Cómo sí fuera algo simple. No supo de dónde sacó las fuerzas para empujar el brazo de Bocón y zafarse de su agarre. Se desplazó a unos centímetros, aunque no hubiera espacio en esa zona y consiguió incorporarse.

—¡No puedo creerlo! —consiguió decir, una vez se hubo puesto de pie. Bocón la siguió con la mirada hasta rodear el lugar solo para tomar a Eivør entre sus brazos. Hipo murmuró su nombre y alcanzó a distinguir la piel de su rostro roja. Seguramente ella estaría peor. No hizo caso y pasó por su lado, furiosa e indignada—. ¡Nada incómodo!

—¡Sigrid! —La llamó, trató de ir tras ella sin éxito alguno cuando Astrid se interpuso en su camino para seguir a la kainiana—. ¡Vuelve, no seas así!

—¡No puedes decirme como ser!

Brutacio que encontró la conversación más interesante que la guerra de comida, emitió una risa silenciosa y se aproximó a Hipo; quien apenas comenzaba a recuperarse de la casi asfixia que Bocón le dio al sostenerlo por mucho tiempo.

—¡Guau! Eso fue un no definitivo —apuntó, con una sonrisa socarrona. Extendió sus brazos y dio un paso hacia el ojiverde—. Oye, sí quieres una barba donde llorar... —Sin esperar a su respuesta, Brutacio lo agarró de la nuca y lo guio hacia las trenzas delanteras que simulaban su barba—. Solo recárgate en mi hombro y llora en mi gruesa y tupida barba.

Hipo suspiró, exasperado. ¿Cuándo podría tener paz?

—Oh, gracias, Brutacio —dijo sarcástico, esperando que eso fuera suficiente para que lo soltara. Brutacio acarició su cabello y sonrió sin mostrar los dientes, parecía disfrutar del consuelo—. Gracias. En serio.

Un carraspeo ajeno fue la liberación que Hipo tanto esperaba. Para su suerte, conocía al portador a la perfección. Se liberó del agarre de Brutacio y se limpió la nariz con su antebrazo.

—Eret, hijo de Eret —saludó. Se dio la vuelta para saludarlo—. ¿Cuál es el reporte?

—Dos barcas de atrapadores fueron vistas en el Estrecho —informó el ex-cazador.

Ese era su trabajo, la mayoría de las ocasiones era Eret, hijo de Eret junto a Niels y un escuadrón los que localizaban los movimientos de los traficantes de dragones. Traían la información a Berk y los jinetes se encargaban de lo demás; hasta el momento, todo iba bien. Cada redada resultaba un éxito, la información que proporcionaban era precisa.

—Pues vamos por ellos... —contestó, la misma respuesta que daba cada que traía información. Para su pesar, Bocón regresó a tiempo a la mesa para escucharlo, su mirada de desaprobación hizo que Hipo frunciera el ceño y se dirigiera a él—. ¿Qué?

—Un día —apuntó, señalándolo con su prótesis—. Te vas a topar con una pelea que no vas a ganar.

⚘❀༄

—¿Me habré visto muy mal por reaccionar de esa manera? —preguntó Sigrid, tomando asiento en las escaleras de la entrada a la cabaña.

Astrid le imitó, empujándola un poco para que le hiciera espacio. Debajo de ellas, Eivor corría detrás de Nymeria y Tormenta. La kainiana las miró, antes de recargar su mentón sobre su mano, con un suspiro cansado.

—En realidad me sorprende que te contuvieras —admitió la ojiazul, sonriendo sin mostrar los dientes—. No te enojes por todo lo que dice Bocón, después de todo sí es un bocón.

Ambas rieron por el comentario, una risa cálida que no duró mucho. La desazón se apoderó una vez más de Sigrid, quien bufó y abrazó sus rodillas.

—Lo sé, ya he hablado con Hipo de eso —comentó, Astrid alzó las cejas y la empujó con el brazo—. No de eso, tonta. De Bocón.

—No dije nada.

—Puedo saber lo que piensas con solo mirarte —protestó, mordiendo el interior de su labio. Se maldijo a sí cuando sintió el calor subir a sus mejillas—. Es decir... ¿tú de verdad crees que sea necesaria una boda vikinga? El rito que tomamos... Yo sé que no fue ostentoso, ni en la mejor de las ocasiones, pero se sintió bien. Estábamos solo nosotros dos. Eso cuenta por algo, ¿no? —preguntó, aunque con algo de duda.

Recordar el rito era como recordar el desenlace fatídico que tuvo su estadía en las islas Airgead. Aquella noche, su unión fue presenciada por los habitantes de la isla y el ritual conmemorado por el sacerdotisa del pueblo. En su momento, sí hubo testigos, pero ahora... estaban muertos. Todo el pueblo de Airgead —con excepción de su líder—, fue brutalmente masacrado por los berserkers un día después.

El estómago se le contrajo de solo pensar en ello. Tantas muertes en sus manos, se preguntó si algún día sería capaz de limpiar toda esa sangre.

—No lo sé, Synn —admitió Astrid, se inclinó para tomar una piedra y lanzarla hacia Tormenta para que la atrapara—. Las bodas aquí son importantes, hay todo un ritual de celebración y... la consumación, debe ser verificada. Creí escuchar una vez a Daven decir que en Kain era similar, tus padres tuvieron doble ceremonia, ¿no es así?

—Sí —admitió, en un suspiro—. Este fue el mismo tema que sacó Bocón la vez pasada, entiendo el significado y sé que es importante; después de todo, la gente en Berk seguirá dudando de mí hasta que no demuestre que soy una de ustedes.

» Pero todo esto es más importante y, además, no creo que sea el momento adecuado —prosiguió con pesar—. Apenas estamos adaptándonos a cuidar a Eivør, tener una boda real implicaría cumplir nuestras labores.

—¿No quisieras eso? ¿Tener un hijo con Hipo?

Por un momento, Sigrid guardó silencio. ¿Cómo podía dar respuesta a algo que no había formulado? Estar con Hipo era simple, sencillo. Confiaba en él y se veía toda su vida a su lado. ¿Formar una familia? Hasta ese momento, la respuesta era difusa.

—Me gusta la dinámica que tenemos con Eivør, de verdad —empezó, jugando con sus manos nerviosamente—. Algunas veces, puedo llegar a pensar que realmente somos sus padres. ¿Pero tener un hijo con Hipo? Puedo visualizarlo y creo que podría gustarme, pero sé que Hipo no está preparado para eso.

—¿Lo... lo han intentado? —El enrojecimiento en el rostro de Sigrid le confirmó la pregunta, la rubia se llevó las manos a la boca y río un poco—. ¿Cómo sabes que no estás embarazada?

—Porque no he tenido síntomas de nada de lo que dijo mi madre —respondió. Se incorporó un poco para levantar a Eivør del fango al que se había metido y la sentó junto a ellas. No sirvió de nada, cuando la pequeña volvió a correr hacia Tormenta entre saltos y gritos—. Y no he querido preguntar demás porque luego se emocionará e insistirá en que le dé un nieto cuanto antes.

—Dioses, qué difícil situación. —Astrid soltó una risa torpe, un poco nerviosa por el tema igual que ella—. ¿No le has preguntado a Hipo lo que opina sobre ello?

La Reina de Kain permaneció en silencio una larga fracción de tiempo. Recordaba sus charlas, pero no que le preguntara de forma directa. En su mayoría, ella planteaba situaciones que terminaba respondiendo sola.

—No, no ahora que lo pienso —admitió—. ¿Sabes, Astrid? Algunas veces tengo sueños, me veo con él y con nuestros hijos. Puedo experimentar la seguridad de un hogar cálido y sin peligros, me gustaría ser madre, de verdad que sí. Pero cuando abro los ojos, no me siento a salvo.

» Sé que no se trata de Hipo. Podría estar en medio de una guerra sangrienta e incluso así sentirme a salvo en sus brazos —pronunció—. Pero, por mucho que quisiera odiar a Bocón por lo intenso que suele ser, sé que parte de sus palabras tienen razón y todo el tiempo temo por Eivør, por su seguridad, su felicidad. La cuestión de los atrapadores, de Rekvhan... Los dragones que rescatamos día con día, son situaciones del presente a las que les debemos dar prioridad.

—Recuerdo haberte escuchado decir la otra noche que no creías conveniente continuar con las misiones de rescate.

—Me preocupa que nos convirtamos en un centro de atracción para los cazadores —respondió, irguiéndose en su asiento—. Al igual que Hipo, quiero salvar a todos los dragones indefensos, proporcionarles la calidez de un hogar y la seguridad de tener una nueva vida. Pero, aunque los rescatamos noche tras noche, me da la sensación de que nos estamos exponiendo al hacerlo y con ello a los dragones que salvamos.

—Me da la misma impresión —comentó la rubia, desviando su mirada hacia las cabañas adelante, con dragones en los tejados y calles—. Hipo siempre ha sido el héroe que trata de salvar a todos los dragones, ¿por qué no hablas con él?

—No creo que esto sea un tema sencillo —dijo. Con extrañez, sintió el alivio correr en su cuerpo al dejar el otro tema de lado—. Él es muy terco, una vez que se le mete una idea a la cabeza es incapaz de dejarla. Pensaré en una solución para los dragones antes de comentarle mis ideas.

—A veces olvido que ambos son iguales —replicó Astrid con un resoplido divertido—. Tú, quizás, un poco más terca que él. A lo mejor deberías intentarlo hasta que ceda.

—Eso no va a terminar bien.

⚘❀༄

Comenzaba a presenciarse el crepúsculo cuando Sigrid se armó de valor para salir de la cabaña en búsqueda de Hipo. El viento fresco soplaba cuando se adentró al bosque, acompañada de Nymeria y Vendaval. Caminar parecía una buena idea, tenía que pensar cuidadosamente sus palabras antes de enfrentarse al berkiano.

Las palabras de Bocón en el comedor y la plática con Astrid seguían resonando en su cabeza. ¿Tener un hijo con Hipo? ¿Asumir su responsabilidad real y casarse formalmente con el Jefe de Berk? A simple vista, la respuesta a esas incógnitas, parecían sencillas. Amaba a Hipo y no veía una vida sin él. Pero entonces, ¿por qué era tan complicado? Algunas veces se preguntaba, de haber nacido en Berk, sin responsabilidades mayores a las que tenía, ¿las cosas habrían sido simples?

—No —murmuró para sí, tan ajena a su realidad que sus palabras sonaron difusas.

Vendaval se adelantó en el camino, su hocico olfateando la tierra por delante, siguiendo el camino estructurado que se había formado con su andar desde su llegada a Berk.

¿Por qué la idea de tener una boda vikinga sonaba tan aterradora? Se hizo esa pregunta, mientras se adentraba al bosque profundo que guiaba hacia las colinas altas. Sí había un lugar en el cual estaría Hipo, sería ese.

Astrid tenía razón. Debía expresarle sus sentimientos al respecto. Tenía que ser clara con sus ideas y tenía que saber qué era lo que él en realidad quería. Pese a ser un tema que les venía persiguiendo de semanas atrás, Sigrid nunca lo tomó con la seriedad suficiente, siempre encontrando la manera de evadir lo que el destino marcaba, porque era incapaz de definir sus propios deseos. Sin embargo, era consciente de que no podía seguir así.

«Tener un hijo con Hipo —pensó—... ¡Claro que quiero!» Cuidar de Eivør durante esos meses le hizo ver las posibilidades de un futuro con Hipo. Sabía que era posible, porque ambos funcionaban a su manera, estando siempre para el otro... Hipo podría llegar a ser despistado, pero en los momentos en que le tocaba cuidar a la pequeña pelirroja se esmeraba en hacerla sentir complacida, jugando y relatando historias para su disfrute; sacando a la luz una versión que tiempo atrás desconocía. Sigrid no dudaba que podrían ser felices formando su familia y, sin embargo... Cuando pensaba en la situación de la boda vikinga, pesadillas albergaban sus sueños. Ella no era como Hipo, ni todos en Berk. No compartía su misma creencia por los Dioses, ella tenía sus propias tradiciones que no eran comunes en la isla vikinga.

Y, aunque le diera miedo expresarlo en voz alta, sabía a consciencia que una boda vikinga implicaría en renunciar a lo qué era. ¿Cómo podría? Porque más allá de poder convertirse en la esposa de Hipo con una unión tradicional, ella era Sigrid heredera al trono de Kain, un reino anglosajón de creencias cristianas.

Con un suspiro, observó el final del camino marcado. Sorprendida, observó el largo tramo escalado siendo sumida en sus propios pensamientos y dirigió su vista hacia arriba. Cerca de las nubes y el cielo, ahí estaría Hipo. 

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