Winds of Freedom | Hiccup Had...
By newtmas-
[ LIBRO DOS ] WOF | ❝COMO LAS ESTRELLAS PERSIGUEN AL SOL, ELLA FORJÓ SU CAMINO HACIA LA LIBERTAD❞ Hubo un ini... More
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━━CAPÍTULO OCHO━━
【 LA CANCIÓN DE INVIERNO 】
El frío atroz de los últimos días de invierno le provocaron algunas magulladuras en las manos de Sigrid al salir al exterior. Faltaban pocas semanas para el inicio de la primavera, pero aun así parecía que el invierno se empeñaba en no marcharse sin dejar algo de regalo. El frío era atroz, la kainiana se había envuelto en varias capas de pieles abrigadoras, las cuales ya se habían cubierto de copos de nieve al estar en el exterior. Sus manos sin guantes se aferraban a las riendas del corcel en el que iba montada, quizás debía haber hecho caso a su madre y haberse subido al carruaje en lugar de cabalgar al aire libre.
Una ráfaga del viento gélido la hizo estremecerse sobre el corcel y que su cuerpo temblase. Escuchó el aleteo de unas alas y su vista se posó sobre el cielo donde vio a Nymeria, en su estado invisible, volar por encima de sus cabezas sin ser notada. Fácilmente podría decir que eran las corrientes del aire las que provocaron que sus huesos se entumieran.
—Quizás debamos posponer la visita hasta que termine el invierno, Majestad —propuso Lord Cornelius, quien montaba un corcel oscuro a un lado de ella. El Lord estaba envuelto en menos capas de ropa que ella, su cabello entre oscuro y canoso ya estaba cubierto de nieve y su rostro se estaba tornando ligeramente rojo debido al frío. De todos los Señores del Reino, Sigrid tenía el atrevimiento de confiar un poco en este, pese a que era peligroso de igual manera—. No vamos a servir al Reino si terminamos con las extremidades congeladas.
—Estuvieron insistiendo las últimas reuniones, en especial usted —contestó con simpleza Sigrid, echando una mirada hacia adelante, donde Nymeria volaba y echaba aire con sus alas a los soldados que cabalgaban delante de ellos—. Además, el clima en Kain es impredecible, hace unas semanas teníamos la dicha de disfrutar días un poco calurosos y ahora aquí estamos.
«A punto de morir congelados» pensó para sus adentros, mordiendo el labio inferior.
Habían transcurrido tan solo una semana desde que la cabeza de Lord Charles fue encontrada por su primo el día de la reunión. Desde entonces, preocupada por lo que aquello conllevaba, no había dejado de trabajar. Había convocado reuniones casi a diario para tener los ojos en la mira, mientras se discutían cuestiones sobre quién ocuparía el lugar del difunto señor. El tan solo pensar que estuvo a nada de descubrir un poco más la verdad le hacía perder los estribos, estaba cada vez más enojada y veía el peligro real que se cernía en el castillo. Para su pesar, no podía escaparse o salirse del Reino en esas circunstancias. No había recibido noticias en Berk desde semanas atrás y tampoco Nordvind se había puesto en comunicación con ellos; pero sí se detenía a reflexionarlo, aquello era un gran alivio, pues la situación en Kain estaba delicada.
—¿Sabe? Nunca logré comprender el extraño clima en Kain —comentó Lord Cornelius después de unos minutos, río con ligereza y el vaho escapó de sus labios—. Había días en los que parecía que se acabaría el mundo por las veladas en frío, como esta —señaló— y habían otras en las que el frío se desaparecía, como si no existiera. He viajado a tantos territorios como me sean posibles y aun así, los que atravesamos por este lugar estamos condenados.
—¿Cree que lo merecemos? —Sigrid ladeó el rostro solo para verlo durante un segundo y después retomar su vista al frente.
—Merecemos muchas cosas, Majestad, pero no esto. Encontraría más placentero morir por el hierro de una espada que pasar noches en velas congelándome lentamente, gracias a Dios estamos cada vez más lejos del invierno.
La monarca ya no pudo responder a las palabras de Lord Cornelius cuando el relincho de un caballo se hizo presente y entre los soldados que marchaban escoltándola se hizo paso el Lord Comandante de la Guardia Nocturna, Leith McLain. Sigrid apenas lo conocía, era un soldado mayor a ella por unos tres años, se había convertido en Caballero Real antes que Said y su padre en vida lo había nombrado Comandante de la brigada especial nocturna. Habían hablado poco después del asesinato de Lord Charles al ser él quien reportó su cuerpo desaparecido del calabozo.
El joven de cabellos castaños claros se hizo paso entre los soldados para terminar atrás, a un lado de Sigrid. Lord Cornelius tuvo que adelantarse un poco.
—Majestad. —Con una ligera inclinación, el Comandante retomó la marcha habitual echando un vistazo al cielo primero, cuyas nubes habían desaparecido para dar paso a una tenue neblina—. No veo conveniente continuar la marcha el día de hoy, parece que habrá una tormenta de nieve y es peligroso seguir afuera. Me he adelantado al bosque y la neblina impide que vayamos más allá sin detectar algo, entraríamos ciegos.
Era cierto, el cielo se veía grisáceo y el viento seguía rugiendo trayendo ráfagas de aire más heladas que las anteriores.
—Podríamos regresar mañana —prosiguió y Sigrid giró el rostro hacia atrás, las casas del pueblo ya se habían desaparecido de su vista, al igual que la inmensa estructura del castillo. Detrás de ellos no había nada más que árboles y nieve.
—No.
El rostro del Comandante fue el puro reflejo de la duda. Sus cejas se fruncieron y sus ojos azules vieron a la Reina a su lado, que tenía la vista al frente y cabalgaba como si nada; aunque claramente podía percatarse del temblor ligero que corría en sus brazos pese a las capas de ropa que llevaba puestas. Un suspiro escapó de sus labios y asintió, ya había escuchado lo testaruda que podía ser la hija de Branden Whiterkler.
—Como ordene, Majestad —comentó el Comandante, la voz suave y respetuosa—. Si cambia de opinión, no dude en hacerlo saber.
Con una última reverencia, el soldado se aferró a las riendas de su caballo y galopó un poco más rápida para retomar el liderazgo del camino.
«Esto es algo que hacemos siempre —recordó las palabras de su padre en medio del recorrido. En aquella ocasión su padre había salido con una escolta de guardias en dirección al muelle, pero el rey se había quedado hasta atrás, sin guardias que cubrieran su espalda y Sigrid aquel día no había dudado en preguntarle el porqué de ello—. Somos lobos, recuerda, el líder de la manada siempre debe de ir atrás, para cuidar a los más jóvenes y asegurarse de que el camino vaya bien.» Sigrid le había replicado, claro estaba, pero tras un buen monólogo que le dijo su padre, logró entender que esa era la responsabilidad del Rey, cuidar a todos los demás, no al revés. Y cada que Sigrid tenía que salir del castillo, claramente se había aferrado a las tradiciones de su padre; después de todo, era la reina.
—Debemos dejar los caballos. —Algunos minutos después, los corceles se detuvieron sobre la empinada a la entrada oculta al bosque y la voz del Comandante se hizo presente—. En este lado del bosque es imposible que nos hagamos espacio con los corceles y es más peligroso, está oscureciendo y las manadas de lobo no han de tardar en salir.
La piel se le erizó de solo pensarlo. Lobos. A eso habían ido, a ver a los lobos que la habían mantenido inquieta durante sus sueños. No había comentado a nadie sobre aquello hasta que una noche no pudo evitarlo más y le contó a su madre, quien a su vez le dijo que ya era hora y consultó a Lord Cornelius. Sigrid no lo sabía, su padre no le había comentado nada de aquello, pero en las viejas tradiciones, los reyes antes de portar la corona debían visitar a los lobos después de ser llamados por ellos para recibir su aprobación. El que tuvieran el emblema del lobo en su casa no era solo eso, no era un simple animal adornando un estandarte. Era algo más profundo y el pensar en ello, hizo que el estómago de Sigrid se revolviese de los nervios y el miedo.
Habían lobos, muchísimas manadas, durante las noches de luna llena los podía escuchar aullar a la luna. Pero en Kain habían dos especies de lobos, los lobos normales que no hacían daño si se les dejaba tranquilos y los lobos huargo. Animales de gran tamaño, pelaje y fuerza sorprendente; eran animales inteligentes, peligrosos para aquel que tuviera la osadía para enfrentarlos. Habían pasado años desde que algún habitante en Kain los hubiese vistos, eran sigilosos, peligrosos, pero a diferencia de los lobos normales, los huargo no aullaban a la luna con tanta frecuencia ni se mostraban a los humanos. Y por ello Sigrid no había prestado atención a ellos, en su mente se le habría pasado que tendría que hacer algo tan insensato y peligroso como lo que estaría para hacer.
De acuerdo con su madre, su padre no había recurrido a los lobos ni su padre antes que él, pues no habían sido llamados en sueños. «Era peligroso invadir el hogar donde no habían sido invitados», fueron las palabras de su madre. La piel se le erizó de solo pensar que sería la primera en recurrir a los lobos después de tantos años sin haberlos visto. «Te están llamando y si lo hacen, debes responder. No puedes ignorarlos, aparecerán en tus sueños durante cada noche o correrás el peligro de que ellos vengan a verte a ti en el castillo». El pensar en lo último solo hizo que sus nervios incrementaran, tener un lobo normal cerca del castillo era peligroso... Pero imaginar una manada de huargos.
A Nymeria le daban miedo los lobos y a ella también.
—... Una bestia como esas no debían ser tomadas a la ligera. —La voz de Lord Cornelius, dirigiéndose a Lyanna quien había viajado en medio de las tropas, la sacó de sus pensamientos mientras se hacía paso entre los arbustos del bosque y la gran empinada que les esperaba para escalar—. He visto lobos, por supuesto, pero nunca uno como ellos. Nadie lo ha hecho, se mantienen ocultos y es preferible de ese modo —prosiguió, echando un vistazo de reojo a Sigrid que se abrazaba a todos esos abrigos que la envolvían—. Sé lo que puede hacer un lobo normal a un simple humano, son animales salvajes, después de todo, pero en Kain aprendimos a no alzar las armas contra un huargo si no queríamos terminar muertos. Pocos han escapado de ellos, se mantienen en manadas, lo que los vuelve más invencibles.
» La única esperanza, solución o como prefiera llamarlo es rodear a un solo lobo. Inclusive matar un dragón es más fácil que esto y menos peligroso.
La voz de Lyanna no tardó en hacerse presente para contradecir las palabras del Lord, pero Sigrid no quería escuchar nada más. Los árboles frente a ellos se alzaban entre grandes rocas, plantas y nieve arremolinada que volvía su andar más lento. Debido a la ropa que llevaban, la situación era todavía peor, pues era imposible avanzar a grandes zancadas o con pasos rápidos por el peso de las prendas, así como el viento rugiendo en su dirección solo era un obstáculo más.
Como pudo se hizo paso para adelantar a los demás soldados que la acompañaban, en total eran siete hombres incluyendo el Comandante y Lord Cornelius y Lyanna que era su principal dama de compañía y ella. No era un grupo muy grande, pero contaban con los suficientes soldados en caso de que las cosas se pusieran difíciles. El andar se volvió más pesado con cada nueva rama a la que esquivaba, el viento sopló con ligereza haciendo que las hojas de los árboles bailasen por encima de ellos. Un poco angustiada, alzó la vista para buscar a Nymeria sobre el cielo.
—Me parecía que no veníamos solos —habló Leith siguiendo la mirada de ella—. Es su dragona, ¿no? Imposible verla desde aquí, con todos estos árboles cubriendo el cielo.
—No me deja sola. —Se limitó a contestar, dio un último vistazo a la híbrida que seguía en su estado invisible sobrevolando, pudo sentir en su corazón el palpitar de ella. Era tres veces más grande que un lobo huargo, pero aun así el miedo se mantenía presente en la dragona al sentirse en un territorio ajeno; había sido así desde que la trajo a Kain y fue difícil hacer que confiara, pero a pesar de todo, Nymeria se rehusaba a dejarla ir sola—. Es muy buena.
—Es un dragón —contestó el rubio, no de una manera grosera o indiferente—. Por aquí.
Leith le tendió la mano para ayudarla a pasar sobre las grandes rocas que se atravesaban en su camino y Sigrid la aceptó, echando un vistazo más adelante del bosque. Conforme caminaban más, el bosque se comenzaba a tornar más silencioso y oscuro, frente a ella observó el verde de los pinos, rocas gigantes, arbustos que llegaban hasta por encima de sus rodillas y la extensa neblina que le impedía ver más allá.
Aquella parte del bosque no había sido explorada jamás. Estaban en la zona opuesta al bosque que conducía al viejo castillo cerca del pueblo, por ello habían recorrido tanto camino a caballo y durante horas. Habían tenido que ir a rodear por completo las montañas y zonas despejadas para adentrarse al bosque desde la zona norte, la cual había permanecido deshabitada desde que sus antepasados arribaron a Kain para establecerse. La razón siempre habían sido los lobos, no podían robarle el hogar a los antecesores y portadores de su emblema, los Whiterkler eran orgullosos lobos y la isla era lo suficientemente grande como para establecerse en las otras zonas sin complicarse la vida o arriesgarse en salir herido.
Un nuevo escalofrío volvió a correr por su piel, pero esta vez fue por el frío. Si tenían suerte, encontrarían los lobos antes del anochecer.
⚘❀༄
Una torre de libros se cernía frente a Said, sentado en una de las mesas de la biblioteca. Aquello no era lo suyo, revisar libros, papeleos, pergaminos firmados, juramentos... Era demasiado trabajo que hacer, pero era su trabajo como Mano de la Reina. Le dolía la cabeza como nunca antes, tenía el cabello castaño y largo despeinado por las constantes veces en las que se pasaba la mano por la zona capilar. Apenas se había despertado se había colocado una camisa blanca y un pantalón sencillo para partir a la biblioteca mientras se ponía a investigar. Ya llevaba horas desde entonces, sentado, el cuerpo entumido, la cabeza pesando y los ojos cerrándose mientras veía las letras indescriptibles frente a él. Comenzaba a odiar el aotromneach, el idioma ancestral en el cual estaban escritos todos los manuscritos más importantes.
Juraba que si escuchaba a alguien hablarle en ese idioma lo lanzaría desde la torre más alta.
—Me ausento un par de días y tú estás en la biblioteca, jamás pensé que llegaría ese día.
Said tuvo que parpadear varias veces y agudizar sus oídos hasta encontrar el causante de la voz. Su hermano Brynden. Como si el sueño y su coraje no fuese existente, se levantó tan rápido como pudo y lo estrechó en brazos en un fuerte y sonoro abrazo. Su hermano se había ido a Berk desde semanas atrás y cualquier cosa había pasado por su mente, menos que estaría de regreso en ese día tan inesperado.
—¡Brynden! —La alegría no se hizo esperar, juraba ver a su hermano un poco más alto, con esos ojos avellanas tan característicos de los Warren y esa mandíbula marcada—. No te esperaba de regreso, ¡que alegría! Los libros pueden esperar, vamos, cuéntame que has hecho, ¿cómo está Astrid? ¿Y Vhagar? ¿Te has venido en él, dónde está?
—Tranquilo, tranquilo. —Su hermano río ligeramente, separándose para señalar a la salida de la biblioteca—. Astrid decidió permanecer afuera para buscar los establos y Eret, hijo de Eret, está aquí. Los demás no pudieron venir, pero te mandan saludos.
—¿Eret? —El castaño alzó una ceja, aquel vikingo siempre le había causado molestias desde que lo conoció. Era en lo único con lo que concordaban él y Patán—. ¿No podía venir Patapez con ella?
Su hermano sonrío amplio y le dio unas palmadas en la espalda antes de alejarse de la biblioteca, Said le siguió con la ceja fruncida. No tardaron en encontrar a Eret en compañía de Kristoff quien se había acercado a saludar, el Warren mayor se les unió diciendo unas palabras cordiales de bienvenida antes de disculparse y salir a las afueras del castillo para ver a Vhagar. No fue difícil encontrar al Cortatormentas ni a Astrid, quien miraba como Tormenta jugaba con la nieve e intentaba atrapar algo de la escarcha que caía del cielo.
—¿Qué haces ahí afuera? —preguntó llegando hasta él, su próxima oración fue callada cuando su dragón se aproximó hasta él para repartirle lengüetazos en el rostro. Con el peso y tamaño de su dragón, a los pocos instantes ya estaba tirado sobre la nieve con el dragón encima y pudo escuchar las fuertes risas de la rubia detrás de él—. Vhagar —gruñó, en un intento por apartarlo, el frío atroz le acarició la piel.
—Vhagar parece muy cómodo —comentó la vikinga, se había acercado un poco más a la Nadder quien se había hecho un ovillo en la nieve—. Levántate, no te he saludado como se debe.
Pero tan pronto se levantó el kainiano, unos puños lo recibieron en los brazos. Sí, en definitiva lo merecía; pensó, mientras se sobaba la zona golpeada. La última vez que se vieron él había actuado como un idiota.
—Auch —dijo, se terminó de incorporar con dificultad debido a su cuerpo entumido y maldijo el hielo que le cubría la ropa en su totalidad—. Me lo merecía. —La rubia le dio la razón y él la miró mal, pero su mirada desapareció tan pronto la vio de nuevo.
—Es la verdad. —Astrid alzó los hombros y sonrió.
—Trátame mejor —pidió, en una voz sorprendentemente suave. Un nuevo lengüetazo lo recibió y se tuvo que apartar entre tropiezos riendo—. Ah, alguien sí me extrañaba —dijo, acariciando la mandíbula de su dragón—. Vamos amigo, para que descanses, ¿no vienes, Astrid?
—Solo porque no quiero terminar tiesa sobre la nieve —dijo la rubia, siguiéndole el paso.
Recorrieron el castillo abandonando los arcos y muros que rodeaban la fortaleza, avanzaron del lado del bosque que daba hacia el antiguo castillo y después doblaron al borde de la montaña. No supo cuantos minutos estuvieron caminando, inclusive no fue capaz de reconocer algunas de las locaciones, con el suelo cubierto de nieve espesa era imposible distinguir algo que no fuera nieve. Tormenta les adelantó el paso bastante energética, le gustaba jugar con la nieve y meter sus garras entre ellas, haciendo el camino un poco menos molesto.
Después de varios minutos, de pasar por encima de las nieves y cubrirse de la escarcha que caía del cielo, llegaron frente a una construcción de roca parecida a un altozano. Era inmensa, paredes de piedra maciza conformaban el montículo. La construcción parecía ser reciente, pues anterior a ello Astrid no recordaba haberlo visto en sus antiguas visitas y aún parecía que habían detalles sin terminar de arreglar.
—Son el reemplazo a los establos —explicó Said al ver su mirada—. No está completada, apenas llevamos dos semanas trabajando en ella.
—¿Y qué se supone que es?
—Aún no pienso en el nombre —dijo—. Pero vivirán ahí los dragones, Nymeria ha intentado acoplarse a estar con Nerion y en los antiguos establos no era opción que se quedaran, ya sabes como son las Pesadilla.
—Ah sí —asintió la rubia y río—. Así está mejor, no va a incendiar su hogar. ¿Pero no estarán más cómodos al aire libre?
—También pensé en eso —comentó Said, invitándola a que pasara primero—. Pero Nerion suele ocultarse en muchos lugares, recuerda que lo encontramos viviendo en una cueva y aún parece seguir prefiriéndolo de ese modo. De igual forma, haremos aberturas donde pueda entrar la luz del día y cuenten con diversas salidas.
El viento fantasmal le acarició el rostro una última vez antes de ser recibido por la calidez del montículo, un suspiro aliviado escapó de sus labios cuando sus dedos hicieron contacto ligero con el fuego de la antorcha colocada a la entrada del altozano. Aún habían muchas cosas en las que trabajar, la idea había surgido tras discutirlo con Sigrid en sus tiempos libres, le parecía más importante el pensar en el hogar de sus dragones que en las vacas que perdían al día algunos de los pueblerinos. En un principio, la idea no había sido aprobada por el consejo pensando que aquella construcción solo haría que llegasen más dragones a la isla, pero tras unas palabras de Sigrid en menos de dos días ya habían comenzado a seguir las órdenes de Said con sus ideas para la construcción.
Atravesaron la cúpula frente a ellos mientras Vhagar y Tormenta se adelantaban e inspeccionaban el lugar. Sus pisadas hicieron eco dentro del montículo, de vez en cuando Tormenta se detenía para lanzar espinas al aire.
—¡Hey, no me apuntes a mí! —regañó Said en un bravo murmuro, la Nadder Mortífero le lanzó otra y el kainiano resopló—. Igualitas —añadió en dirección a la rubia, quien reía felicitando a Tormenta.
—Únicas, querrás decir.
—También —asintió con la vista al frente, mientras caminaban el andar se volvió un poco más fácil pues el hielo sobre sus vestimentas poco a poco se había derretido y esfumado. Afuera de la construcción, se escuchó como el viento rugía por la nieve—. Especiales.
—¿Amaneciste bien? —preguntó la vikinga con una ceja fruncida al escuchar tantos cumplidos—. No es normal en ti.
—¿Qué cosa?
—Estás siendo muy amable.
—Siempre he sido amable —dijo él desconcertado, la rubia lo empujó por el hombro.
—Pero no así.
—Ah, es que creo que ya superamos la fase de Said Conquistador.
—¿Said Conquistador? —preguntó Astrid, mordiendo su labio inferior para no reír—. ¿Y qué pensabas conquistar?
—Pero ya ha pasado —replicó, adelantando el paso para no perder a los dragones—. Quizás algún día te cuente de ello, Astrid preguntona.
Una sonrisilla nueva curvó sus labios y Astrid atrás de él bufó siguiendo su camino. Para ser un lugar al que apenas habían dado inicio a su construcción debía admitir que era muy amplio la parte que ya llevaban. Dentro de ahí, se sentía como si estuviera en las profundidades de una caverna o en la oscuridad de una cueva. Todo era increíblemente silencioso al fondo de ellos, si este no fuese el hogar de Nerion y los otros dragones, Astrid habría pensado que se trataba el hogar de otro tipo de bestias.
—¿A qué vinimos, Said?
—Shh, ven, no hicimos solo un hogar para los dragones —dijo el mencionado, sin aminorar sus pasos—. Estoy segura de que Hipo te ha puesto al tanto de lo que ha ocurrido.
—Estás en lo correcto —afirmó la ojiazul—. Me comentó sobre la isla que visitaron él y Sigrid, así como lo que ocurrió con los padres de Kristoff.
—Lo importante, bien —asintió, giraron sobre un pasadizo no muy estrecho hasta llegar al fondo donde descansaban varias corazas pertenecientes a Nerion. El dragón, por su parte, no mostraba indicios de estar ahí—. Hablar en el castillo es peligroso, han pasado más cosas de las que Hipo aún no se ha enterado, por lo mismo de que no nos queremos arriesgar a mandar cartas.
—¿Van a actuar?
—Aunque quisiéramos, no podemos.
Said lentamente comenzó a explicarle a la rubia algunos de los acontecimientos que habían ocurrido en la isla, así como la puso al tanto sobre lo ocurrido en la sesión del Consejo donde Lord Charles sin querer había hablado demás y sobre cómo lo habían encontrado sin vida por aquella posible razón. Estaba más que claro que tenían espías y, por alguna razón, todo lo guiaba hacia la asociación Lobos Rojos, donde habían confabulado para el asesinato del Rey Bastón. No obstante, aunque estuvieran más cercas de la verdad, la situación en la que se encontraban les impedía actuar. Sigrid tenía prohibido abandonar el Reino, en el pueblo se alzaban murmuros hablando de la reina, otros hablando de los lores, pero las disputas sin duda comenzaban a ser más crecientes día con día.
Ante el pronto peligro, Said había asignado un nuevo trabajo a la brigada de la Guardia Nocturna. La cual era mantener protegida a Sigrid en todos momentos, la rebelión de su sirvienta fue la primera y después de ella, con el pasar de los días, nuevas quejas se hicieron presentes hacia su Reina. Se habían establecido nuevas medidas de seguridad, convocado consejos recientes y apostado guardias en cada rincón del castillo.
—Me quedaré. —Fue lo que Astrid dijo cuando Said terminó de relatar todo lo acontecido, el castaño se giró para mirarla y negarse—. Mandaré a Eret a Berk y yo me quedaré aquí.
—No puedes hacerlo.
—Lo haré, sí las cosas están así, tú también necesitas alguien que te proteja.
—Sabes muy bien que puedo defenderme solo, soy un soldado honorario —replicó el Warren mayor, siguiendo a la rubia a través de los túneles de roca y siendo ignorado por completo—. Astrid.
—No voy cambiar mi opinión.
Y Said sabía que no lo haría. Con un suspiro, terminaron recorriendo otro pasadizo dentro del montículo hasta que llegaron a un nuevo espacio, donde Vhagar se había acomodado para descansar. Con todo el volumen de su cuerpo, apenas había espacio para pasar por su lado. Sus gruñidos eran pesados y sus alas se movían en dirección a su cuerpo intentando encontrar una buena posición para dormir.
—No me dijiste que más harías en este lugar —dijo Astrid cuando pasaron por su lado, Vhagar alzó la cabeza para mirarla y luego se volvió a recostar en un ronroneo.
—Necesitan un lugar seguro para vivir, pensé que sería más arriesgado si los dejábamos fuera.
El que tuvieran dragones en la isla, comenzaba a ser un nuevo inconveniente. Said era consciente de que mientras más tiempo pasaran a la vista de los kainianos o hombres de los lores, tendrían más probabilidades de que les hicieran algo y usaran como excusa la isla en general. Podrían herirlos o matarlos y decir que habían sido uno de los animales que rondaban por el bosque o inclusive algunos de los habitantes de la tribu de las islas Airgead.
—He pensado en seleccionar un nuevo escuadrón dedicado a cuidar a los dragones durante día y noche —comentó—. Si decides quedarte...
—Me voy a quedar —objetó la rubia—. Y podría formar parte de uno de esos escuadrones.
⚘❀༄
Habían caminado por lo que parecía una eternidad hasta que llegaron en un punto de la montaña donde había planicie y no más lugares para escalar. La subida había sido más que pesada, con el suelo lleno de arbustos, plantas con espinas, rocas esparcidas y guijarros Sigrid sentía que no podría ser capaz de dar un paso más. Se habían mantenido sigilosos mientras el sol se terminaba de ocultar tras el crepúsculo, ya era tarde, pero Sigrid no pretendía volver al castillo y regresar al día siguiente. Ya estaban ahí.
El crepúsculo ya había caído tiempo atrás y frente a ellos, la luna se alzaba esplendorosa emitiendo un brillo plateado por encima de los pocos árboles que había en esa parte de la montaña. Se habían detenido para comer, beber y descansar. Sigrid no pensaba que buscar a los lobos sería algo tan difícil, desde su recorrido no se habían encontrado más que ardillas encima de los árboles y búhos dormidos.
—Nos quedaremos aquí, he vigilado los alrededores y no he encontrado señas de que algún animal viva en esta parte. —Leith, el Comandante, llegó hacia sus hombres con una mano en el mango de la espada en caso de que fuese necesario sacarla—. Majestad, si gusta puedo acompañarla en lo que sigue del recorrido, para asegurarme de que nada malo le pase.
Lord Cornelius le había advertido que una vez llegasen al lugar donde vivían los lobos, lo mejor sería que tomara el camino ella sola, pues al ir todos en conjunto la manada podrían sentirse amenazados y atacarles por ello. Sigrid, desde luego, tuvo que armarse de valor para aceptarlo.
—Recuerde que no puede llevar a su dragona, Majestad —comentó Lord Cornelius—. Sé que está aquí, puedo sentirlo.
Sus palabras fueron confirmadas cuando las fauces de Nymeria se abrieron para gruñirle al lord y enseñarle los dientes, mostrando su cuerpo visible otra vez. De la impresión y de la cercanía, algunos terminaron tambaleando y Lord Cornelius resbaló sobre sus capas en la superficie llena de nieve. Con dificultad, el hombre se incorporó de nuevo y se alejó lo más que pudo de la híbrida.
—No se preocupe, mi lord, Nymeria va a permanecer aquí, con usted.
—Entonces yo puedo ir contigo —dijo Lyanna aprovechando la oportunidad.
La dama de Sigrid llevaba las prendas dignas de un soldado y una dama fusionadas, tenía puesto un vestido negro de piel el cuál tenía una armadura, del mismo material, en el pecho para protegerla; portaba unos pantalones por debajo de ese vestido y por encima, un abrigo blanco con matices negros la cubría del frío, este tenía detalles simulando las alas de un halcón en la parte del pecho, como símbolo de la casa Warren. Hacía poco tiempo que la menor de los Warren había comenzado a confeccionar sus propias prendas y por ello había dejado los vestidos, asegurando en muchas ocasiones que era una dama, pero también una guerrera.
—Necesito a alguien que evite que Nymeria vaya atrás de mí. —Sigrid se rehusó y le sonrió sin mostrar los dientes—. Permitiré que el comandante me acompañe.
Sabía lo arriesgado que era ir en grupo, pero también el ir sola. Además, no debía fiarse mucho de las palabras de Lord Cornelius en caso de que aquello fuese una trampa y no hubiesen lobos como él había dicho. Lyanna asintió y retrocedió para sujetar una de las antenas de Nymeria y evitar que la siguiese hacia la profundidad de la montaña.
—Que Rekvhan te acompañe —dijo entonces la menor de los Warren.
Desde que había ocurrido el incidente de las piedras en el río, Lyanna no había detenido su investigación sobre la dragona que en ocasiones le hablaba a Sigrid entre sueños. Se había hecho una fiel creyente desde entonces y se rehusaba a escuchar a las personas que negaban su existencia. La Reina le dedicó una amable sonrisa antes de terminar de ajustarse sobre el vestido y el abrigo el cinturón donde su espada Snøstorm estaba enfundada. Por cualquier cosa, sabía que el fuego de la espada les ayudaría a ahuyentar a los lobos en caso de que se pusiese delicado el asunto.
Un par de minutos después, Leith y ella se abrían paso entre las rocas partidas. Sus pisadas hacían ruido conforme se desplazaban, atrayendo la atención de los animales nocturnos ocultos entre los árboles. Prontamente, la nieve dejó de caer sobre el cielo y el silbido del viento nocturno les abrazó en su caminata, dejándoles los huesos congelados. Sigrid se abrazó a sí misma cuando el frío se volvió más pesado e inspiró el aroma que dejaban los pinos detrás de ellos al avanzar, así como el de la tierra mojada ahora que la nieve comenzaba a derretirse y el de las hojas secas deslizarse al suelo.
—Estamos cercas —murmuró una voz a su lado, Leith encendió una de las antorchas que llevaba consigo y se adelantó siguiendo algo; cuando Sigrid le alcanzó el paso, distinguió las pisadas sobre la tierra y el corazón se le congeló—. Esperemos sean los indicados.
Se quedaron ahí, vigilando los alrededores el tiempo suficiente hasta que sus piernas se entumieron de tanto esperar. Quizás solo había sido una farsa, un sueño simple y no había sido llamada por ellos. Pero entonces, a lo lejos se escucharon aullidos que hicieron retumbar su corazón y el humo de una fogata del otro extremo les indicó que ya había pasado el tiempo suficiente y los demás se estaban preparando para dormir. Luego, como si fuera una canción, nuevos aullidos a la luna gobernaron el bosque. Había algunos más fuertes, otros que parecían una melodía suave que les acariciaba los oídos y otra un poco más potente, una canción que la llamaba. Su sangre se lo hizo saber y sus piernas caminaron hacia el sonido.
Se sintió hechizada por el llamado, aunque aquello no impidió que su sangre y su corazón bombearan con fuerza. Leith la comenzó a seguir a unos pasos detrás, sigiloso y atento para identificar cualquier tipo de peligro y luego la melodía de medianoche, la canción de invierno, se intensificó y las hojas de los árboles se sacudieron por el viento que soplaba suavemente. Entonces, tan repentino que fue imposible reaccionar, varias pisadas se hicieron escuchar. Eran tantas que el Comandante de la Guardia Nocturna tuvo que girar a sus costados varias veces intentando identificar la dirección en la que venían y finalmente, la canción se remplazó por un ruido más potente, gutural y los lobos llegaron. No tuvo que girarse para comprobarlo, una manada entera les rodeaba, sus respiraciones eran pausadas y algunos inclusive gruñían.
Las piernas de Sigrid temblaron cuando se percató de que era una manada de lobos huargo adulta, estaban a la altura del comandante y Leith era un joven demasiado alto. El cuerpo estrecho estaba cubierto de un pelaje esponjoso y largo, las fauces abiertas y los ojos grises como la luna les miraban detenidamente. Desde su posición, pudo darse cuenta de lo diferentes que eran a los lobos normales, en el tamaño, en el porte. Una manada de lobos normales ya se habría lanzado a atacarles, eran de menor tamaño y tenían ojos amarillos brillantes; pero estos lobos eran más inteligentes, ninguno emitía un movimiento demás hacía los dos y los mantenían completamente rodeados. La mano de Leith descendió hasta acariciar el mango de su espada, pero aquello no logró que el miedo disminuyera y Sigrid retrocedió del miedo.
No pudo evitar moverse en círculos viendo a cada uno de los lobos, desde los inusuales con el pelaje completamente negros hasta los ordinarios de pelaje blanco y gris, estaba nerviosa y los lobos lo sabían. Su mirada la seguía con cada paso torpe que daba y cada vuelta que hacía, su misma respiración se escuchó entre el terreno y ni los olores profundos de la naturaleza consiguieron calmarla, hasta que uno de ellos dio un paso hacia ella que fue solo así como se detuvo. El lobo era un poco más grande que los demás y claramente más grande que ella, su pelaje era suave, la mayor parte de su rostro estaba cubierta de un pelo grisáceo oscuro, con matices ligeramente morados, ese color estaba en su rostro, con excepción en los lados de la nariz y en el lomo; en la nariz y a lado, el color era blanco como la nieve al igual que parte de su pecho era de esa misma tonalidad, el resto del cuerpo combinaba ambas tonalidades y matices cafés sobresalían en las partes de las orejas. Tenía unos ojos tan plateados que Sigrid se quedó embelesada viéndolos, tan parecidos a los que tenía su padre y su hermano Erwan.
Y supo ahí, que ese lobo era el alfa.
Lo primero que hizo fue inspeccionarla, la rodeó y la olfateó de pies a cabeza que Sigrid sentía que se desmayaría en cualquier momento. El cuerpo grande del lobo la terminaba empujando conforme se desplazaba suavemente y luego, tan pronto como se había acercado a ella se alejó. Entonces siguieron los demás lobos, se acercaron todos a la vez, en su terror no pudo contar cuantos de ellos eran, pero estimó que eran alrededor de unos ocho. Era una manada grande. Los lobos la olfatearon, por su fuerza terminaron siendo algo bruscos causándole rasguños con las garras mientras se acercaban, algunos mordían su ropa al olfatearla y aproximarse a ella. Y cuando Leith intentó acercarse a ella un par de dientes le siguieron haciéndole retroceder.
Al Comandante no le quedó de otra más que retroceder para evitar se atacado y cuando terminaron de olfatear a Sigrid, los lobos se alejaron para volverla a rodear con cierta distancia y luego, nuevamente la canción de invierno se hizo escuchar, de lobo a lobo, comenzaron a aullar hacia la luna, unos más suave, otros más graves, pero al final conformaban una melodía en un sonido melifluo. En su vida había escuchado algo tan bonito como ello, poco a poco su cuerpo dejó de temblar, pero su cabeza comenzaba a doler.
Conforme la canción comenzaba a tomar forma con cada nuevo lobo que se unía, veía algo distinto en su mente. Fue doloroso y de la impresión tuvo que retroceder, el zumbido en su sien intensificó al igual que la melodía y las imágenes que su mente luchaba por proyectar dolían más. Sentía como invadían su mente. La cabeza dolía horrores y entonces, su propio dolor la hizo caer sobre el suelo, pero ningún lobo calló.
«Tienes que dejarlos entrar» pensó, más no sabía cómo. Un nuevo lobo se unió intensificando el aullido y un grito escapó de los labios de Sigrid, detrás de ella escuchó a Leith intentar ayudarla a incorporarse, pero la nueva melodía le impidió. Fue solo entonces, cuando la voz del alfa se unió a la canción, que Sigrid logró ver lo que ellos le mostraron. Fue tan repentino que no pudo prestar atención a lo que los lobos le mostraban, su mente estaba llena de visiones que la hicieron gritar una vez más y a los lobos intensificar el aullido y de sus ojos brotaron lágrimas saladas. ¿Por qué lloraba? ¿Qué era lo que veía? Y entonces, una visión más profunda que las otras se presentó y ante sus ojos vio el cuerpo de Rekvhan y escuchó la voz de la dragona.
«Nymeria»
«Nymeria»
«Nymeria»
La dragona volaba, vio el cielo llover, el aire rugir y una isla partirse en dos. Y de ella vio salir a la dragona de la vida. Entonces las visiones cesaron, la melodía llegó a su final y los lobos se fueron tan pronto como habían llegado. Pero la sensación amarga en su mente seguía presente y sabía que aquello no había sido todo. Encontró las fuerzas suficientes cuando Leith la ayudó a incorporarse y como pudo, obligó a sus piernas correr incansablemente hasta donde habían dejado a los demás, su mente seguía escuchando la canción de los lobos y proyectando las visiones. Pero también podía escuchar la voz de Rekvhan llamándole a Nymeria y a otro par de dragones, alcanzó a escuchar el llamado hacia Draco y hacia otros híbridos y el corazón le latió con tanta fuerza del miedo por lo que aquello significaba.
Corrió, corrió y corrió hasta que sus respiraciones se volvieron agitadas y el sudor corrió por su frente, pero aquello no evitó la cruda realidad frente a sus ojos, sabiendo lo que pasaría.
Frente a ella, todos los hombres que se habían quedado en su espera yacían sobre la tierra inconscientes. Vio a Lyanna recostada un poco más alejada y, como temía, su dragona no estaba. Nymeria se había ido.
La cruda realidad la hizo caer sobre sus rodillas, agotada por lo acontecido y se maldijo a sí misma, los lobos le habían tratado de advertir y si ella hubiese acudido a ellos antes quizás lo hubiera prevenido. Pero en su mente también sentía la advertencia del alfa, seguida de todas esas visiones que le mostraron a la luz de las estrellas y la melodía de su canción.
Un lobo no era amigo de un dragón.
¡Hola!
No pensé que actualizaría tan pronto después de mi nota en el último capítulo, pero aquí estoy. Muchas cosas han pasado en este capítulo y sé que habrán dudas al respecto, pero solo puedo decir que no se desesperen, ya estamos a mitad del acto y este capítulo me ha gustado muchísimo escribir.
En un principio quería aferrarme a la idea de mantener la historia con toques realísticos en httyd, pero a mi yo que le encanta la fantasía no pudo evitar añadir esto. Espero que con este cap se haya podido entender un poco la conexión de los Whiterkler con los lobos, que yo amo. Originalmente esta escena solo saldría en mi libro original (pequeño spoiler), pero el narrarlo aquí me ayudaría a sentar bases para cuando llegue ese momento allá, además de que tendrá ciertas diferencias.
Los lobos huargo o wargo son criaturas mitológicas con la apariencia de un lobo y gran inteligencia. Su nombre proviene del nórdico antiguo y ha sido utilizada en obras de fantasía como Juego de Tronos o el Señor de los Anillos. Esto tampoco pude evitarlo, desde que hice referencias a los lobos siempre supe que utilizaría los huargo en mi historia. Personalmente me ha gustado muchísimo el introducirlos a la historia e involucrarlos con Sigrid, me emociona mucho.
Espero que me hagan saber cómo se sintieron al leer, les di un poco de Astrid y Said too <3 but don't worry que se vienen más escenas con esos.
Y antes de irme, les presento al Erwan en versión animada, me tardé en encontrarle un fc y más porque estaba muy indecisa (hasta llegue a considerar a Tadashi o Jack Frost con el cabello oscuro):
I know, casi no se parece a Matthew Daddario y admito que es él en quien más asemejo a mi querido Erwan, pero este personaje siento que me inspira las mismas vibras y por ello lo dejo. No diré como se llama para evitar spoilers por si se quieren ver la peli, pero sale en la secuela de The White Snake. Lo visualizo a él como Erwan, pero con el cabello más corto y oscuro.
Y a continuación les muestro un fanart que fue donde inicialmente me inspiré para los hermanos Whiterkler, es así como los visualizo realmente (créditos a @witchlingsart en ig):
Erwan tiene los ojos grises, pero es que aaaaa. Son mis perfectos Erwan y Sigrid. Así es como los imagino desde que encontré ese fanart y yo AMOOOOO. Pronto habrá mas contenido sobre ellosssss.
En fin, espero que hayan disfrutado del cap, en esta ocasión agregué gifs a media lectura esperando que así no se les hiciera tan pesada, díganme que les pareció. No olviden pulsar la estrellita <3